Paul Wolfowitz tiene un nutrido currículo en sus espaldas. En las esferas del poder norteamericano ha estado treinta años, alrededor de los últimos seis presidentes de Estados Unidos. Ha sido el ideólogo de la política antiterrorista después del 11 de septiembre y estratega incendiario de la invasión de Irak. Actualmente es presidente del Banco Mundial y se ha desatado la polémica cuando se descubre que a su novia le había asignado un sueldo de 200.000 dólares. Entregado en cuerpo y alma, como lo hace siempre, a la lucha contra la corrupción, no es de extrañar que en el amor fuera de otra manera. Y con la pasión que caracteriza a este angelito del poder tampoco extraña que a su novia, Shaha Riza y funcionaria del Banco Mundial, la cuidase y mimase como solo un enamorado saber hacer: dándole lo mejor de si mismo. Una subidita de sueldo en condiciones, de 200.000 dólares es lo menos que una chica puede esperar de su novio jefe. Cualquiera de nosotros, de poder hacerlo, no hubiéramos dudado ni un instante en agradar a nuestra pareja con tan generosa nómina.
Pero la envidia es mala consejera y los compañeros de Paul se miraron de soslayo, y hablando por lo bajini conspiraron contra la agraciada Riza y su embobado amante. Es un escándalo dijeron, que atenta contra la ética de la casa. (Para quien lo desconozca el Banco Mundial dice tener una ética). Y pidieron la dimisión del director del Banco Mundial. La polémica ha durado varias semanas en las que con tintes de salsa rosa se jugaba con el puesto de Dirección de la entidad económica supranacional más importante. Lo extraño es que en ningún medio se le acusara de apropiarse esos ingresos mensuales como si subirle el sueldo a tu novia no fuese equivalente a subírtelo tu mismo.
La actitud de Paul frente a las hordas de envidiosos de su propio banco ha sido al principio desafiante, dispuesto a defender su cargo frente a las duras acusaciones que recibía, para ir, paulatinamente relajando su altanería, según subían en crudeza los ataques que pedían su dimisión.
Debe ser duro para un hombre acostumbrado a mandar el que tenga que dar cuentas de lo que gana su novia o deja de ganar, pero cuando el asunto le pone en juego su propio puesto las cosas cambian, y más cuando su trabajo no es el de un currito raso que pueda permitirse por orgullo el despido dando un portazo en la oficina del jefe. En las últimas presentaciones ante la comisión investigadora, Paul Wolfowitz no era ya el león de la guerra de Irak o el buitre carnicero del Banco Mundial sino un triste conejito asustado que pedía perdón por subir el sueldo a su conejita y que implora continuar en el cargo. Este hecho es el que me ha llevado a escribir estas líneas. Paul Wolfowitz implora, suplica seguir ejerciendo de director del Banco Mundial, como un niño llorando se aferra a su juguete querido.
«Así es o así nos lo hacen creer, pues el cuento éste de la novia y tal es únicamente la versión oficial que seguramente esconde detrás el querer quitarse de encima a un buen valido que hizo bien su carrera pero del que se debe ahora prescindir» – Creo que tienes razón, es sólo una excusa… vamos, el tío no iba a subirle el sueldo a su novia sabiendo las posibles represalias… me imagino que tiene ahorrados bastante más de 200.000 dólares, el hijo de puta éste, y no necesitaba realmente subirle el salario a la pareja.
Comment by Ezequiel — 7 junio, 2007 @ 16:45